LA GAVIOTA BAR 1920-2009









DEBATE ABIERTO. La Plaza reunió a artistas y parroquianos que no quieren que el lugar sea demolido

Tocó “La Gaviota”, una movida para salvar un rincón under de la Ciudad

Funciona desde hace siete años entre paredes que cobijan cien años de historia. En el lugar que se quiere demoler se expresan quienes no tienen acceso a los escenarios oficiales y quienes han elegido el espacio por su mística tradicional. La gente que frecuenta el bar sostiene que es parte de la identidad local. Y apuntan a que se conserve el edificio como parte de una propuesta cultural alternativa. El responsable pide un acuerdo entre el Municipio y el propietario.

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La Gaviota corrió riesgo de derrumbe: siete años atrás, fue Martín Vaccaro el que apostó a darle vida a un lugar que se consideraba obsoleto. Y siete años después, fueron los artistas y habitués del bar quienes decidieron defender la continuidad del espacio. Con reconocimiento del Municipio (que prestó el sonido para las bandas) los “parroquianos” de La Gaviota se concentraron el sábado pasado en la plaza central para evitar el cierre y la destrucción de un lugar que consideran propio aunque, en términos legales, tenga otros dueños.

Lo que sucedió en el trascurso de los siete años que pasaron entre aquella inicial posibilidad de derrumbe y la que trascendió hace unas dos semanas, fue el nacimiento y desarrollo de una parada obligada del circuito cultural independiente, que hoy tiene diversas aristas. Un lugar para la cultura local, que con su “mística” tradicional garantizó que muchos, o casi todos los que quisieran expresarse pudieran hacerlo. La Gaviota contuvo buena parte de las manifestaciones artísticas de la Ciudad y es ese mérito el que se reconoció con la movilización del sábado, a las dos de la tarde, con frío, con viento, y con aguante.

La idea era bastante clara: salvar el edificio, en principio. Pero, a la vez, con sus ladrillos y su estructura conservar “el semillero de la cultura under local”, el rincón que buena parte de los jóvenes olavarrienses atesoraron a pesar de la mala imagen que sus padres y abuelos tenían del bar.

Para Martín Vaccaro, actual encargado, el peligro de subsistencia de La Gaviota no es algo nuevo, pero no está sólo ligado a las cuestiones edilicias, sino a la falta de apoyo para las propuestas culturales privadas de parte del Municipio.

Vaccaro habló con Diario infoeme en los días que trascendió la posibilidad de derrumbe y definió la propuesta que se sostiene en La Gaviota, “a pulmón” como “una de las tantas en la Ciudad que apuesta a la cultura desde lo privado, sin volverse comercial”.

En una recorrida por lo que sucedió en el lugar en los últimos años, comentó que “desde que abrí este bar lo ofrecí como espacio para plásticos, después se acercaron músicos, escritores, y a los dos años venían bandas de todos lados”.

El encargado del bar no dudó en criticar la falta de apoyo desde el sector público: “por acá nunca pasa la cultura administrativamente hablando –dijo-. Acá está la cultura que eligen los que la hacen o los que laburan. No tenemos corsos, ni peatonal, ni orquestas municipales tocando en el patio. Tenemos un espacio hecho por la gente que viene, por eso quizás se podría conservar”.

Vaccaro manifestó sentirse excluido de la gestión: “la gente que realmente mantiene viva culturalmente a la Ciudad no tiene nada que ver con los que nos representan administrativamente. Yo no me siento representado por esto, porque si vas a buscar apoyo no lo tenés”, sostuvo.

En su relación con autoridades municipales, aseguró que pese a las reuniones mantenidas con los responsables del área de cultura municipal, “nunca pasó nada”, más allá de algunos acercamientos durante el gobierno de José Eseverri, en el 2007.

Según el encargado de La Gaviota, el Intendente conocía algunos problemas que sufría el bar debido a su “mala imagen”: “habíamos tenido multas excesivas e infracciones que habíamos sufrido sin tener nada que ver”, señaló.

Por otra parte, Vaccaro destacó la actividad que se hizo en el bar en el año 2007, por impulso de Virginia Maldonado y Marina González Hueso, como una iniciativa clave para la historia del lugar: “ampliaron el panorama de propuestas más allá de las bandas; el bar se incorporó el festival internacional de cortos, tuvimos clases de tango, clases de pintura con Juan Wally, ferias, una librería”, relató.

Con esa experiencia, Virginia y Marina, que hoy tienen la Productora “Deacá!”, concursaron en el 2° Congreso Cultural que se hizo en Tucumán en el año 2008, donde La Gaviota Bar fue seleccionado como el espacio con mayor actividad cultural entre 47 lugares, con una actividad promedio cada 4 horas.

Sin embargo, en los últimos meses, el lugar se mantuvo al margen de una movida publicitaria masiva: “en general la publicidad ha sido bastante negativa -señaló Vaccaro- rompían un vidrio y salía en los medios porque ‘La Gaviota era un espacio violento’; ahora se dan cuenta que desde acá se genera algo, y está bueno, aunque lamentablemente viene de la mano del derrumbe”.

Por estos días, mientras la inmobiliaria busca tasar el edificio, propiedad de Fernando Di Carlo, avanzan las averiguaciones impulsadas por el subsecretario de Cultura, Eduardo Rodríguez, en el Instituto Cultural de la Provincia sobre la posibilidad de declarar a La Gaviota como patrimonio cultural.

Eduardo Rodríguez, prefirió no responder a las duras críticas de Vaccaro sobre su gestión y explicó en que consistiría la declaración que se estudia realizar a fin de salvaguardar el edificio y su rol en la comunidad: la nueva figura, a diferencia del título de patrimonio arquitectónico, implica conservar el edificio y la función. La dependencia municipal consultó con la Dirección de Patrimonio y con el Instituto Cultural de la Provincia para conocer la opinión de arquitectos expertos en conservación.

Rodríguez dijo que desde la Dirección de Patrimonio quedaron en ubicar antecedentes de declaraciones similares, que se han dado sobre todo el Capital, para tomarlas como modelo y señaló que se definirá una declaración diferente a la dispuesta para el Banco Olavarría ya que también se busca “que se valore el uso del lugar”.

Mientras tanto, los artistas llegaron a la plaza. Allí, cada uno hizo su lectura: “La Gaviota es un lugar importante, es muy distinto, tiene su mística y en otro lugar no sería La Gaviota” (Federico Mamfredo, dibujante y pintor). O mencionaron que “en los últimos años hubo otros lugares culturales que formaban parte de la sociedad y dejaron de existir y si eso pasa también con La Gaviota vamos dejando de ser Olavarría” (Emilio Hurtado, músico). También dijeron que estaban allí porque “es un lugar que nos pertenece, donde vamos a charlar con amigos, a pasarla bien, a ver arte y a hacer arte, y no sólo es nuestro hoy, sino que fue de otras generaciones, debería haber muchas gaviotas” (Cintia Abrham, actriz). Y porque “La Gaviota es un lugar importante de la cultura, un espacio que te permite mostrar lo que hacés y que da visibilidad a mucha gente que no tiene acceso a otros lugares, legitimadores del arte. Todos los lugares de la cultura deberían permanecer abiertos” (Florencia Vázquez y Sol Nahuelpan, actrices).

La idea, está claro, es que La Gaviota tiene varias razones para continuar.


Varias voces para salvar un espacio

En la plaza central, el sábado, varios referentes de la movida cultural alternativa se pronunciaron contra el derrumbe de “La Gaviota”.

Juan Weisz y Marianela Lucero. Ambos son responsables del Espacio Cultural Insurgente. Se sumaron al reclamo cultural porque consideran importante “defender los espacios culturales y sobre todo los espacios independientes”, expresaron.

Y acerca del rol de La Gaviota en el circuito cultural independiente sostuvieron que “en conjunto, lo que vale es que hay varios espacios, cada uno con identidad propia y fortalecen un circuito que hace bien a la Ciudad porque es diverso, se ha generado una movida amplia que muestra todas las manifestaciones culturales y artísticas de la Ciudad y en esa riqueza ninguno de los lugares se puede perder, porque cada uno tiene su particularidad. La Gaviota es un lugar de referencia en la noche, siempre lo ha sido, con una llegada muy importante para las bandas. Todo esto ha permitido ir rompiendo con lo que se decía algunos años atrás de que en Olavarría no pasaba nada. Cada uno de esos espacios muestra que en Olavarría pasan cosas todo el tiempo. Además, lugares como La Gaviota han demostrado desde la práctica que se pueden hacer cosas de manera independiente, autogestiva, no comerciales. La enseñanza fundamental que ha dejado para todos es que se puede y que las posibilidades son amplias”.


Martín Vaccaro. Es el actual encargado del bar. Llegó a la plaza y encontró lo que de alguna manera había esperado: “siembre imaginé que la posta la tomaran los chicos, la gente que pasó por el barrio. Me preguntaban qué iba a hacer yo con el bar y yo siempre dije lo mismo: laburé siete años; si no nace de la gente las ganas de proteger un lugar, no vale la pena. A mí esto me llena de satisfacción, porque el trabajar para generar un espacio como el de La Gaviota cuesta el laburo de mano de obra y mucho sacrificio emocional”, dijo.

“Que La Gaviota corriera peligro de demolición movilizó a la gente que necesita ser oída, respetada y tenida en cuenta por lo que dicen, por lo que les gusta hacer. Toda una generación de chicos no tiene ganas de que le tiren nada, que lo consideran propio y que lo eligieron”, reflexionó, respecto de la convocatoria.

Y acerca de la iniciativa de demolición aclaró que “los propietarios tienen otras ideas y proyectos sobre el lugar, en el mismo espacio; que son tan respetables tanto como los proyectos que tengo yo y la gente que está hoy acá. Hay que ser muy cuidadosos porque cualquier cosa que se haga en el edificio tiene que hacerse respetando también a los propietarios. La Gaviota tiene dueño. Y hay que irle con una propuesta razonable. Si la Municipalidad no tiene posibilidades monetarias, yo menos. Está en manos de los que pueden”.

Teatro. Cintia Abraham interpretó en la plaza un monólogo sin título, donde aparecía el miedo a la soledad, en el sentido no tener con quién compartir lo que nos pasa. Luego, Sol Nahuelpan y Florencia Vázquez, improvisaron sobre el texto de Esperando a Godot (teatro absurdo) de Beckett: “tiene que ver con que las dos estamos esperando a alguien, nos estamos esperando a nosotros y estamos esperando una respuesta, habla del resistir y del no ceder, en una orientación a lo que pasa hoy acá”, explicaron. Las producciones fueron preparadas el año pasado en el marco del Taller que dicta Silvia Fariña en la Facultad de Ingeniería.


















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